¿De verdad la tecnología está por encima de la salud o el sexo?

En muy corto espacio de tiempo, apenas unas semanas, los medios se han hecho eco de todos estos estudios y ensayos que, a base de llamativos titulares, han llenado ingentes espacios informativos.

Mucha gente se preguntará que hay de cierto en ello. Y es una pregunta que no carece de interés, porque seamos críticos: ¿de verdad importa más la conexión a Internet que tener sexo o disfrutad de una buena salud?

La respuesta, reflejo de nuestra diversidad social y generacional, no puede ser igual para todos, ni siquiera igual para todos los estratos económicos y sociodemográficos.

Efectivamente, cuando se baja de los titulares impactantes al contenido de los hechos contemplados en estos estudios, existe una clarísima vinculación entre posición económica, estudios y edad, y el factor conectividad. La proporcionalidad es directa cuando hablamos de renta y estudios: a mayor salario y cualificación, mayor es el tiempo y la necesidad de conectividad. En términos de edad, la proporcionalidad se invierte: a menor edad se incrementa la dependencia de móvil.

Y es en esta última relación la que debería ponernos en guardia. Que un joven afirme que su móvil y su conexión a Internet es un elemento vital prioritario, despreciando factores saludables o sexuales, debería hacernos reflexionar inmediatamente.

Que, además, esa conectividad sustituya casi de forma permanente al contacto humano, e incluso a la comunicación vocal, sustituyendo los canales naturales por por la fría mensajería instantánea o por redes sociales, también debería hacernos pensar.

Porque la tecnología digital, que indudablemente ha traído progresos otrora imaginables a la humanidad, también presenta un envés plagado de riesgos y amenazas. Más allá de las lógicas diferencias de costumbres y objetivos entre generaciones, que siempre han existido, estamos ante un momento que pocas veces se repite: un cambio radical y permanente en la forma de plantear las relaciones y las prioridades vitales de las personas.

Sí, las nuevas generaciones crean su cosmovisión con el móvil en el centro, lo que genera nuevas necesidades. Y aunque parezca algo exagerado, en una primera aproximación, todo gravita alrededor de ese elemento digital, por encima de otras cuestiones, a priori mucho más importantes. Ello no significa que vaya a ser así siempre; por ahora, sólo es el resultado de una nueva forma de entender y aprender. En unos pocos años comprobaremos hasta donde llega este cambio de prioridades.

Como cualquier aspecto de nuestras vidas, el hábito se convierte en problema cuando se exagera y se llega al límite. Cuando el uso transita hacia la obsesión, hacia la enfermedad, hacia la dependencia absoluta. Y eso no es nada nuevo; por eso, deberíamos preguntarnos por qué muchos expertos en digitalización han decidido racionar y controlar el uso que hacen sus hijos de las pantallas9https://elpais.com/sociedad/2019/03/20/actualidad/1553105010_527764.html.

UGT Comunicaciones